El fracaso escolar, ¿fracaso de quién? La modificación del concepto de fracaso.
TEXTO 3.
Título:
El fracaso escolar, ¿fracaso de quién? La modificación del concepto de fracaso.
Resumen:
Este artículo se compone de una inspección de la literatura relacionada al fracaso escolar. Se expone una perspectiva sobre la discusión de este término y exponer cómo ha ido variando, desde la aparición de la noción de educación inclusiva. Se comprueban múltiples fuentes bibliográficas acerca de cómo el fenómeno se ha confrontado en diferentes contextos, en los diferentes rangos de los sistemas educativos (el de diseño político, el dado en centros educativos, el de las aulas). El trabajo finaliza, que hay correctas prácticas afiliadas a vencer al fracaso y que hoy en día los enfoques con mejores resultados están vinculados a una interpretación inclusiva, preventiva, de proceso, sistémica y de experimentación y toma de riesgos en las aulas.
Introducción:
Este trabajo se propone contribuir a una discusión sobre el concepto de «fracaso escolar» y mostrar cómo ha ido cambiando a partir de la introducción de la noción de educación inclusiva. Revisa numerosas fuentes bibliográficas sobre cómo el fenómeno se ha enfrentado en diferentes contextos, en los diversos niveles de los sistemas educativos, identifica buenas prácticas asociadas al abatimiento del fracaso y concluye con una discusión y una serie de recomendaciones. Definimos al fracaso escolar como la no aprobación en el tiempo previsto - ya sea por rezago, repetición o desafiliación- del tramo educativo que se está transitando. El fracaso, así definido, constituye un fenómeno significativo y relevante de los sistemas educativos actuales. El hecho de que Europa en su conjunto se haya planteado como objetivo de política, llevar los niveles de fracaso escolar a un 10% en 2020 es indicativo de la importancia que le asigna al fenómeno 22. El fracaso escolar es una forma de exclusión, y por tanto, se relaciona con uno de los desafíos más importantes que tienen los sistemas educativos contemporáneos, que es el de incluir y retener a los estudiantes, logrando que egresen con niveles de suficiencia que los hagan aptos para integrarse a la vida ciudadana y productiva. Diferentes actores, ya sean académicos o tomadores de decisión sobre política educativa con una visión internacional de la educación, han subrayado la importancia de erradicar el fracaso asociado a la inequidad. Por otra parte, en los países donde se ha constatado una mejora importante en los resultados logrados en pruebas internacionales como las pruebas PISA, esto ha sido en parte debido a que ha bajado el volumen de estudiantes con bajo rendimiento, o lo que es lo mismo, ha descendido el nivel de fracaso. Ese fracaso, en su variante de exclusión – es decir, cuando los alumnos ni siquiera han podido acceder al sistema educativo-, tiene varios determinantes o barreras que lo producen o lo agravan. Las socioculturales, en el sentido del tipo de demanda que se plantea al sistema educativo. Los materiales, pedagógicos o simbólicos que ocurren en las escuelas, como el clima escolar o las escasas oportunidades para el aprendizaje que ofrece. Las políticas, técnicas o relativas al financiamiento del sistema educativo, por falta o inadecuación de la oferta, financiamiento insuficiente o propuestas técnicas no pertinentes.
Conclusiones:
Si bien, como se ha visto en la sección anterior, existe un relativamente fuerte consenso sobre cuáles deberían ser las medidas que se deben tomar tanto en el nivel de los sistemas como en el de las escuelas y las aulas para que los aprendizajes mejoren, «el fracaso persiste como una roca pesada». El diseño de los sistemas educativos, su funcionamiento, sus inercias y lo complejo del fenómeno del fracaso en sí, hacen que el abatimiento de éste se vuelva un propósito todavía lejano. En el trabajo se argumentó a favor de un concepto de fracaso que no alude al estudiante, sino al fracaso de la provisión educativa. De acuerdo con lo anterior, queda claro que los programas de abatimiento de los malos resultados deberían irse incorporando a la provisión regular del servicio educativo, hasta convertirse en algo constitutivo de éste. Probablemente, los gérmenes del cambio están ya en las iniciativas de abatimiento del fracaso que hoy existen, ya sea en el sistema en su conjunto, como bajo forma de iniciativas parciales. Todo lo anterior no podrá ser realizado sin fuertes apuestas metodológicas de trabajo en las aulas, las escuelas y los equipos de diseño de política, y sus consiguientes evaluaciones.
Bibliografía:
Aristimuño Adriana (2015). El fracaso escolar, ¿fracaso de quién? La modificación del concepto de fracaso. Revista Latinoamericana de Educación Inclusiva,9(1), 111-126.
Recuperado de: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/5155505.pdf
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